domingo, 10 de febrero de 2008

Esquizoanalisis. Prácticas institucionales y producción de subjetividad: acoger la locura deslindando perversión y deseo en los dispositivos

Autor: Lic. Claudia Huergo.

e- mail: psi_claudiahuergo@yahoo.com.ar

AREA TEORICO/PRACTICA, DESDE LA QUE SE PROPONE EL TRABAJO
Esquizoanálisis; Nuevos Dispositivos Clínicos;

EJES
De la institucionalización de la locura a la “locura” de amar y transformar.
Los campos intelectuales y la creación de praxis críticas en Salud Mental y Derechos Humanos

Objetivos:
· visibilizar las líneas de poder dentro de una institución como obstáculo al deseo de saber y transformar
· Alertar sobre la reproducción de prácticas alientantes en los mismos dispositivos de intervención
· Promover recursos para el trabajo en red por fuera de la institucionalización


Temática principal: perversión y deseo en las prácticas institucionales. La institucionalización como apropiación gozoza del cuerpo y sufrimiento del otro.

Conclusiones: el deseo de analista sigue siendo un recurso ético y técnico válido en los nuevos contextos de prácticas institucionales. Permite cuestionar e interpelar los aspectos inerciales y gozozos de estas prácticas. La importancia de seguir apostando al riesgo de desear vs la ilusión de control social sobre el sufrimiento y la locura.




El presente trabajo es posterior a un acto que en tanto renuncia se inscribe en una línea que propone interpelar desde la ética del deseo a las exigencias de mercantilización de las salud y aborda las propuestas voluntaristas como parte de una perversión “edulcorada” en tanto se propone haciendo, actuando, decidiendo “por el bien del otro”
Mi transito por las instituciones es algo que no ha cesado en los 13 años que hacen a mi inicio laboral en el campo psi. Comencé mi formación y práctica apenas recibida en una residencia en un servicio de salud mental, en un hospital polivante. En esos intensos 3 años encontré direcciones para mi práctica, que luego plasmé en un emprendimiento privado con colegas de distintas disciplinas, abocados a generar dispositivos de trabajo con patologías alimentarias, experiencia que al tiempo de iniciada nos llevó a proponer espacios de formación para colegas interesados en la problemática. Mi faro teórico en este recorrido fue siempre el psicoanálisis, al que aparte de la practica clínica sostenía como espacio de pensamiento, enseñanza y producción dentro de la universidad. La universidad me dio la oportunidad también de acompañar supervisando prácticas institucionales a alumnos próximos a obtener su titulo.
Por el tipo de patologías con las que trabajaba predominantemente en el campo privado, patologías donde la palabra es siempre hipotecada a favor de los actos, me interesó siempre sostenerme en esa tensión indomesticable que nos hace cuestionar los aspectos más dogmáticos de la teoría. Siguiendo a algunos pensadores del psicoanálisis me interesaba demostrar que lo analítico siempre está fundándose en los márgenes de la experiencia, nunca en la comodidad del encuadre o de la teoría. Me interesaba también cuestionar el aspecto más seductor de la interdisciplina, aquel que amenaza volverla propuesta totalizante, paseo de compras donde “el trabajo en equipo” pasa a ser un mobiliario más dentro de la inercia institucional. Dado los tiempos de esta exposición, intentaré mostrar algunas intantáneas de estos años de trabajo que sirvan como advertencia y oportunidad de viraje para quienes no nos resignamos a “errar solos” y seguimos creyendo en la necesidad del “entre varios” en la práctica, pero tampoco queremos ponernos una “camiseta” que encorsete nuestros movimientos. En este “ni …ni” se produce mi encuentro con los planteos de Deleuze y Guattari, y el esquizoanalisis. Mientras leía con la avidez de quien encuentra una explicación para lo que la mayoría de las escuelas de psicoanálisis consideran un “errar” asistemático, leo: “muchos analistas son deleuzianos sin saberlo”…y por otro lado “ser” deuleuziano no implica nada más que…un modo de afrontar la practica, la teoría, la lectura de la clínica abierta a la multiplicidad, a la diversidad, es decir, no hay que escolarizarse para ser deleuziano, que es como decir que no hay que pagar otro precio que el riesgo de actuar conforme a deseo, riesgo comandado por una empresa ética que no pide ni espera otra cosa que la soltura para devenir, para cambiar, para transformarse.
“Vos cambiaste” me espetaban mis colegas y socias cuando de la mano de mi apasionamiento proponía entre otras cosas “abrir la institución -pensada como centro de día- al afuera, ayudar a los pacientes a armar un afuera inclusivo, en lugar del adentro institucional aunque eso implicara revisar y armar otros modos de “supervivencia” para lo institucional, aunque eso implicara “estallar” la institución.
La desconfianza desnudó y visibilizó las líneas por las que circulaba el poder en la institución, y como toda estrategia de poder que hace de lo diferente lo ánomalo rápidamente lo que hasta hacia un tiempo era considerada “mi lucidez” se transformó en amenaza, lo que terminó enquistando aún más posiciones hasta entonces “imaginariamente flexibles” siempre que los fundamentos autoritarios de esa práctica no fueran cuestionados. Los amigos devinieron enemigos, rápidamente pasamos a “desconocernos” como dicen los adolescentes hoy, a los desunidos hasta entonces los unió el espanto, el mito fundador que garantizaba la pervivencia en la medida que el adentro se mantuviera “aparentemente abierto al afuera” pero materialmente compacto y refractario a lo nuevo encontró la fractura necesaria por la cual se colaban los demonios.
Nunca se me hizo más visible la condición de paredro –tal cual Cortazar lo nombra en su novela “,Modelo para armar” con la cual se enrrostran los lugares y se demarcan los territorios. “Uno nunca sabe que otro está siendo para el otro”,…en que momento cambia el estatuto de acompañante al del perseguidor, y sobre todo, (la peor de las injurias para lo instituido) , yo no estaba dispuesta a ceder al amor, no estaba dispuesta a sellar la grieta abierta “introduciendo algunos cambios para que todo siguiera igual” Es decir, una vez mas falló mi amor y mi espanto y en lugar de agruparme emigré…a donde? Bueno, el nomadismo se define más por el movimiento que por los lugares que visita, y me gusta pensar que cada lustro entro y vuelvo a salir, con mas preguntas que respuestas, del lugar de la desterritorialización, de la poca pertenencia a algo y la implicación con todo…ese lugar de la angustia, de la incertidumbre, de la incomodidad…es decir, la atmósfera optima para crear, o recrear…la libertad. Libertad de decir, de pensar, de gestar encuentros (entendí cómo estando agrupada podía estar tan sola…. Y cómo sola puedo estar tan conectada. Y cómo estos descubrimientos configuran, -en un grupo cerrado como el que mantenía- el germen del un “terrorismo” intolerable cuando de mantener el status quo se trata)
Desde ese lugar, donde la deambulación deviene exploración de nuevos territorios, cercana al encuentro y ajena al grupo les acerco estas postales

La institución y el teatro familiarista
La teoría de la institución como la gran familia, donde no faltan los hijos pródigos, las ovejas descarriadas, se materializa en prácticas concretas: la directora “mamá” el profesional más joven “hijo prometedor” y los pasantes “chiquitines”…la imposibilidad de pensar lo distinto ataviado en un “yo que tengo 30 años de profesión te digo que…” en mis veinte años de profesión nunca….” El papá que vela por la seguridad de todos, y se “responsabiliza” de no dejar una brecha que no esté atravesada por su asfixiante necesidad de control. Edipización de la institución. Calamidad.
Lo anómalo que si se instala recibe un buen refuerzo de moral….edipizante.
Una paciente agobiada seguramente por la “institución madre” que siempre tiene respuestas para todo y siempre sabe que es lo mejor y todo lo hace por el bien de su rebaño…se revela por el lado del dinero. Recusa la oferta de la papilla institucional, regurgita y vomita sobre la secretaria un “que pague xxx (la institución)” cuando repetidamente y abusivamente hace uso del teléfono institucional. La madre superiora omnicomprensiva deja pasar, aunque cuando tiempo más tarde, esa paciente, como muchas otras se cansen de jugar a las comiditas, dirá…”y todo lo que hicimos por ellas, y nos pagan así”.


La mismidad
Después de un tiempo lo fundacional instituyente, si no se recrea, deviene instituido paralizante. La mismidad consiste en esa estrategia teñida de tedio y escepticismo con que son recibidas las preguntas, los cuestionamientos, las críticas: eso ya lo dijo Freud, eso Lacan no lo hubiera pensado así, sobre esto no se expidieron los grandes teóricos, pero algo habrán pensado, a ver, acertemos a adivinar…. Que fue del manuscrito perdido de Freud. Por qué se llevo tantos secretos a su tumba, algún chamán que recoja sus vísceras y avizore el futuro….la circularidad, la formula tranquilizante, el reencontrar lo mismo en lo distinto, fort da, tirar de un carretel de hilo corto, que nunca levanta vuelo, que siempre vuelve al mismo lugar…no importa que recojan esas redes, si es basura posmoderna o perlas, lo importante es la ceremonia, todos los miércoles nos reunimos, de tal hora a tal hora, y discutimos o nos hacemos que discutimos, y nos escuchamos o hacemos los que nos escuchamos….ese hambre de ceremonia, de regularidad, de asistencia perfecta, de control.
Un paciente tenia la certeza de que daba lo mismo hablar con cualquiera de nosotros, ya que todos sabíamos todo de él …si nos reuníamos los miércoles a hablar de él… bueno, se imaginan lo persecutorio que esto puede ser, de modo que este personaje y muchos otros del paisaje institucional se abocaban a “encontrar las grietas” dentro del equipo, grietas que la superiora sanciona como graves fallas de comunicación en el equipo.

La eficiencia y la eficacia como subrogados del control social
El problema era que muchas veces esa mismidad se corporizaba efectivamente en el equipo, generando una ausencia de grietas, pendiente por la cual obviamente resbalaba el paciente…hasta caerse, sin ningún lugar de donde anclar, donde sujetarse…porque una grieta es básicamente la oportunidad para perforar, introducir, rasgar, demoler,…todos movimientos deseantes, y yo creo que una institución tiene no sólo que tolerar eso, sino que tiene que estimularlo…sobre todo cuando trabaja con patologías de la hiperadaptación al mandato gozozo del Otro social. Si el Otro se presenta como superficie plana, compacta, recubierta por el brillo del eficientismo, devuelve un reflejo plano, sin volumen, y replica en su oferta la imposibilidad de especularización, como la que traen esos cuerpos emaciados, imposible de ser penetrado por el enigma, por la pregunta, bueno, ese era entonces un “paciente refractario” …, nunca lo refractario podía ser pensado del lado del equipo.
Así fueron gestándose micro políticas dentro de la institución, que impactaban cada vez más en los modos de tolerar lo diverso, la diferencia. Asumir qué hacíamos con la política de esos cuerpos -que, emaciados, consumidos, inflados y desinflados varias veces al día- es imposible si uno no puede pensar su praxis dentro de micropolíticas, o sea, pensar lo institucional atravesado por lógicas del afuera institucional que impactan en los modos de hacer, pensar, y producir en ese adentro, y a su vez lo institucional atravesando los cuerpos y avatares de aquellos que llegan escupidos como restos in-curables no reintegrables a esa trama social que los produjo

La praxis-política del terror: el terror se instala sobre todo cuando no puede pensarse en ese cuerpo como una operación política: sino como algo sobre lo cual operar, y en lo posible, rápido, sin riesgos, ir a lo seguro. Lo seguro terminaba siendo…cada vez más seguido la política de contrarrestar esa revolución con disciplina (digámosle que si no se trata está frita, está muerta, está chau, si ella no lo toma se lo digamos a la familia, si la Familia no lo toma se lo digamos al Estado…)
Quien haya estado en contacto con pacientes atravesados por estas problemáticas, coincidirán tal vez en esto: más que horror, esos cuerpos causan una profunda impresión, casi cercana al respeto, pero desde un respeto por lo dramático. Una especie de dignidad en el des-existir. Por eso la anorexia como una operación política. A nadie, salvo a un reaccionario disfrazado de terapeuta, se le ocurriría reprimir una operación político-dramática: en todo caso tenemos que acercarles cauces de expresión, que les ayude a dimensionar y a inscribir ese acto escrito en el cuerpo, dentro de otros planos, en otros escenarios, escenarios de la confrontación, de la queja, del reclamo, de la búsqueda, de la vida. Otra política.

Del terror al amor al terror
Del terror es difícil salir porque está recubierto de amor…es el amor el que rellena las grietas, los intersticios, crece como el cereal que se infla con la leche…por lo tanto, cuando no era necesario aplicar la política del terror llegaba la versión edulcorada, largamente leudada en culpas grupales, nuevamente el edipo, el papá mamá papá mamá, todos nos acunamos y acunamos esos cuerpos que vienen del espanto de un papá-mamá para arrullarse en otro, melodía sin fin. La institución también puede ser una buena madre,… pero madre al fin…y si la imagen que Lacan nos lega sirve para algo, habrá que pensar que ese cocodrilo, tarde o temprano terminará cerrando su mordida (y mas vale haber pensado algo para cuando ese momento llegue…)
Estas postales, sólo algunas de las que puedo acercarles en el tiempo de esta exposición, se traducen en algunas ideas:

Correrse: de la contención a la implicación
La “contención” del paciente es quizá uno de los términos más difundidos y ambiguos que circulan en las propuestas que escuchamos. Creo que esa ambigüedad ha sido el terreno óptimo para hacer pasar por allí los aspectos más reaccionarios y controladores de los dispositivos. Por lo tanto vale poner la pregunta allí: que hacemos cuando decimos que estamos conteniendo?
La implicación en cambio es un movimiento a dos puntas: trabajamos para lograr del otro una implicación subjetiva con aquello que lo afecta, pero a la vez nos hace como intervinientes sujetos “a” pregunta: por nuestros actos, por nuestro deseo, por nuestros límites.

La asimetría de los “lugares” tan difundida por el psicoanálisis estructuralista no es algo a “aplicar” sobre una situación que defina quien habla y quien pregunta. Estos movimientos deben poder circular generando desde la paciencia del encuentro, “el lugar” para la palabra que marcará, ora a uno, ora a otro, como sujetos “enunciantes”. Esa circulación invita al rapto, al robo de ideas, de deseo, de versiones, de lugares, necesarios para contagiar una pasión por saber, por armar, por buscar, verdadero motor de lo analítico.

Generar dispositivos nómades: que prevean aperturas y cierres con distintos actores, en distintos lugares, no atornillar montajes que es necesario poder desmontar ya sea para usar las partes o elementos de otro modo, en otra configuración, o para dejar las partes “aparte” por un tiempo
Pero sobre todo, dejar de quedarnos -o irnos- de las instituciones victimizados, silenciados, apocados, para empezar a interpelar y llevar el síntoma a esos mismos lugares donde ejercemos nuestra práctica. Que sea como dice la Agrado (travesti) de Almodóvar, máquina deseante con litros de siliconas desparramados por su cuerpo, artefacto retocado y ensamblado una y otra vez, atravesado por la dignidad de su búsqueda y producido de acuerdo a su deseo: “uno es más auténtico en la medida que empieza a parecerse a lo que soñó”. En nuestro caso, despertarnos del ensueño capitalista del “no se puede” de la queja improductiva, para potenciar las aristas más creativas de nuestras preguntas y practicas.

Referencias
Antiedipo, capitalismo y esquizofrenia. Deleuze, Guattari.
Clinica y sociedad- esquizoanalisis- Osvaldo Saidón. Ed. Lumen
El esquizoanalisis una clínica en movimiento. Alfonso Lans. Ed. Multiplicidades.
62/modelo para armar. Novela de Julio Cortazar. Ed. Alguafara
“Todo sobre mi madre” Film de P. Almodovar

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